Knox

Los Fundamentos de la Reforma Protestante

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Es, o debiera ser, la Reforma Protestante el evento más importante de las iglesias evangélicas. Tristemente ha sido opacada, pues en un gran número de iglesias las actividades principales del 31 de Octubre se relacionan con actividades anti-Halloween. Así que la celebración del día de la Reforma pasa totalmente desapercibida.

La Reforma tiene detrás un contexto de grandes cambios. Pero lo que la precipita es la corrupción que imperaba en el Seno de la Iglesia Católica y su desvío de la doctrina bíblica. Aunque Lutero fue el individuo catalítico, no puede dejar de mencionarse a otros grandes personajes tales como Zwinglio, Calvino o Knox.

En su tránsito, la Reforma va forjando los principios que enarbola como su bandera, los cuales constituyen la herencia de la fe evangélica:

 

1. Sola Scriptura (2 Timoteo 3:16; Hebreos 4:12)

Es la afirmación de que la Biblia es la única autoridad para todos los asuntos de  fe y práctica. Todas las doctrinas y enseñanzas de la iglesia deben ser medidas por la Escritura. Además, ninguna organización, iglesia o autoridad eclesiástica es superior a ella.

Martín Lutero afirmó: Que se me convenza mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de la razón —porque no le creo ni al Papa ni a los concilios, ya que está demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a sí mismos— por los textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y ligado a la Palabra de Dios.

 

2. Sola Gratia (Romanos 3:24; 11:6)

La salvación es un don de Dios, un favor inmerecido. Aun siendo indignos Dios nos rescata de la ira por su gracia solamente. Ninguna obra es meritoria para alcanzar la salvación. Y ya dentro de la salvación cualquier otra bendición que recibimos viene también por pura gracia.

Esto nos pone en alerta ente doctrinas modernas que ponen a Dios como un simple genio puesto a disposición de nuestros caprichos y deseos. Nadie tiene derecho de reclamar nada a Dios; el Señor no le debe favores a nadie.

 

3. Sola Fide (Romanos 1:17; 3:28)

La justificación es por la fe. A través de ella nos es imputada la justicia de Cristo. En tiempos de Lutero se enseñaba que la compra de indulgencias y el cumplimiento de penitencias acercaban al hombre ante Dios. Él mismo ingresó al monasterio a fin de utilizar los medios de salvación ofrecidos por la Iglesia, echó mano de todos los recursos que ésta le proveyó pero nunca pudo  sentirse completamente justificado. Fue en la verdad iluminadora de Romanos 1:17 que encontró la respuesta a su angustia.

No es necesario pagar penitencias, ni hacer contribuciones para presentarse justificado delante de Dios. No es la cantidad de oraciones, ayunos, u obras lo que nos acerca a Dios. Él sólo pide fe, cualquier sustituto de ella no sólo es innecesario sino hasta ofensivo, pues se rechaza la justicia de Dios para establecer la humana (Ro. 10:3).

 

4. Solus Christus (Juan 14:6; Colosenses 1:18)

Solamente Cristo es el camino al Padre, la única verdad, la única fuente de vida. (1 Tim. 2:5). Para acercarse a Dios, u obtener su favor no se requiere la mediación de nadie que no sea Cristo.

La enseñanza y la predicación de la iglesia deben ser enteramente cristológicas. Tristemente hoy los cristianos se inclinan por lo espectacular, por la predicación y enseñanza que entretiene. Abundan los mensajes de superación y éxito personal. Cristo es sólo el accesorio en una predicación esnobista, amoldada a las filosofías y corrientes de pensamiento actual. En contraste con la predicación paulina que se propone no saber cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. (1Co 2:2). Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Col. 2:8.

 

5. Soli Deu Gloria (1 Corintios 10:31; 1 Pedro 4:11; Apocalipsis 1:6).

La salvación es obra exclusiva de Dios. Por ello, debemos vivir para Él. Sólo Dios merece honra y gloria. Esto no se limita a sólo una expresión emocional, o a un efusivo aplauso como si fuese un artista. Darle la gloria a Dios, es reconocer su grandeza, su señorío y su autoridad siempre, es vivir para Él. Es dejar que el Espíritu Santo nos asista a fin de que en nuestro pensar, hablar y hacer Dios se agrade de nuestras vidas.

 

 

Estos principios son el fundamento de la Reforma y a la vez nuestra herencia. Son tan importantes pues nos ayudan a evaluar lo que vivimos,  enseñamos y predicamos. Constituyen para nosotros un desafío, que es el de reformarnos cada día a la luz de la Palabra.